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LA BRAGUETA DEMÓCRATA-CRISTIANA

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Don Josep Antoni Duran i Lleida, reputado exponente de la politiquería democristiana, ha afirmado que la homosexualidad se cura con tratamiento siquiátrico. Ignoramos los conocimientos académicos del mentado caballero en materias científicas; tampoco estamos al tanto de si don Josep Antoni ha revisitado los libros de Cesare Lombroso. Ahora bien, una cosa parece clara: la invasión de no pocos políticos en el territorio de la ciencia.


Pero si este dirigente político se mete en ese jardín, no veo la razón para que yo (que soy mayor que él) me abstenga de hacer tres cuartos de lo mismo. Así pues, de manera tan imprudente como la de este caballero, afirmo que estamos ante una persona obsesa. Obsesa por ser ministro ora con los romanos ora con los cartagineses y obsesa por las cuestiones sexuales.


La primera (esa apetencia desenfrenada a querer ser ministro) podría curarla haciendo ejercicios espirituales en, por ejemplo, el Monasterio de Montserrat. Allí, entre cánticos gregorianos y austeras colaciones, podría sufrir un tratamiento de humildad y de revisión de vida. Naturalmente, pagando su estancia previa factura con o sin iva.


La segunda (la recurrente obsesión por la cosa sexual) tendría un tratamiento no menos eficaz, aunque de una mayor tonalidad ascética. Ya fuera en otro recinto monástico o en los retretes del Parlamento –desnudo de cintura para arriba con el objetivo de no infundir sospechas-- podría arrearse con un adecuado cilicio ciento cincuenta vergajazos en la espalda para contener la libido. Debe recordarse que esta solución es más barata que la primera pues no costaría dinero, excepto el precio del cilicio. Alguna eficacia debe tener este remedio cuando se practica desde los tiempos de los viejos anacoretas de antaño hasta algunos monjes urbanos, por ejemplo del 
Opus Dei.


Ahora bien, podría ser que no se trate –al menos en la cosa sexual-- de invasión de la política en la ciencia, ni de influencia alguna de Lombroso en estos menesteres. Podría suceder que don Josep Antoni lo hubiera dicho para rebañar votos así de la mesocracia pazguata como de los miembros de la 
Adoración Nocturna. Así las cosas, tendría una justificación: este caballero va a la búsqueda del disputado voto del señor Cayo. Es decir, nada que ver con la tradicional relación de la bragueta con las prácticas sexuales de algunos exponentes demócrata-cristianos.

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