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LA VIVIENDA, UNA NECESIDAD INCOMPRENDIDA

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El término “incomprendida” no es el más adecuado, sin ningún lugar a dudas. La vivienda en este país autonómico, federal o confederal ha sido siempre o casi siempre un elemento de acumulación de capital por parte de sectores que han manejado el suelo como una propiedad privada exclusiva. Lo que les ha permitido mantener un sistema fiscal privado que recauda un impuesto a la vivienda fuera de cualquier tratado fiscal.

La crisis inmobiliaria financiera lo ha puesto en primera plana de los medios y en el primer lugar de los problemas domésticos para innumerables familias.

Los remedios que la administración central, autonómica y local han habilitado son como mínimo de una crueldad medieval, dejando en la indefensión a los más desfavorecidos, sin medios legales o prestacionales que les ayuden a superar, o simplemente, pasar unas circunstancias especialmente graves.

La implicación bancaria en la crisis y los efectos que ha provocado en el tinglado crediticio a la vivienda ha acentuado la gravedad de los daños, embargos, lanzamientos, etc. Generando un panorama realmente sorprendente: un stock importante de viviendas vacías y un innumerable conjunto de familias sin vivienda. Ni siquiera los recursos al alquiler, ni que sea provisional, que garantiza además el mantenimiento de la vivienda han hecho caer del caballo a esos Pablos que dirigen la oligarquía financiera.

El asunto se ha ido complicando con el paso del tiempo, mediante el  incremento del paro y de la pobreza con trabajo, de modo que la perspectiva actual nos augura tiempos peores.

El combate de la PAH y de otras organizaciones para defender y proteger derechos y viviendas en riesgo elevado de pasar a manos del Monsieur Guillotin de los bancos es merecedor de todos los apoyos y un ejemplo, como en épocas pasadas, del ánimo popular. Pero, incluso con el respaldo de algunos partidos, de los sindicatos y de las buenas gentes, el asunto no hace más que complicarse. Lo que ayer era miedo al futuro, hoy es tendencia al suicidio. Y no lo digo exagerando.

Las daciones obtenidas o arrancadas del sistema bancario, la liberalización de las deudas complementarias, algunos alquileres sociales otorgados cubren una parte no menor, pero insuficiente, de los problemas de la población afectada.

La banca, con su conocido sentimiento social opta por la venta de las hipotecas impagadas a fondos buitre para su especulación posterior. Y lo hacen a precios de risa, el 10%, 15 % o 20% del valor de la deuda. Sin que ese esfuerzo por quitarse de encima el problema tenga en cuenta al deudor que tal vez lograría estabilizarse en ese nivel de deuda tan sensiblemente reducido. Tampoco la administración reacciona adquiriendo esas viviendas a esos costes tan reducidos y a los que podría acceder con la legislación vigente, de modo que  poniéndolas en alquiler a sus usuarios cubriría probablemente el coste expropiatorio. Cosa que está sucediendo en los propios USA, núcleo central del neoliberalismo agresivo.

Recientemente algunos ayuntamientos aprueban y tal vez pongan en marcha un sistema de penalización a los bancos que mantienen viviendas sin ocupar (y sin pagar impuestos, registros o gastos de comunidad). El asunto es una novedad positiva, pero no pienso que sea la solución, ni que tenga consecuencias eficaces. Pero algo hay.

Otros elementos surgen del infernal sistema de la vivienda en crisis. Las mafias, es decir, las nuevas mafias, puesto que la promoción y la financiación de la vivienda pueden considerarse (con las excepciones que corresponda) verdaderas mafias primerizas.

Las nuevas mafias no son de alto copete, sino asociadas al delito menor. Te ofrecen un piso expropiado por un coste asequible. No hay, lógicamente, documentación oficial, simplemente el asalto hecho y los correspondientes servicios, agua, luz y gas en marcha. Por un módico coste uno puede hacerse con el uso de una vivienda y esperar que las maniobras del banco propietario, del ayuntamiento o de quien fuera tarden todo lo que sea posible. En realidad un tiempo considerable.

Esa nueva mafia, que actúa en territorios urbanos especialmente tocados por el abandono, es una oportunidad que podría calificarse de Robín de los Bosques. El ladrón que roba al rico y se lo da, cobrando una tarifa, a los pobres. Un negocio parecido a la protección que cobraba la Mafia Italiana en Chicago a todo quisqui que tuviera un portal comercial en la calle. Aquí el negocio se hace más seguro, puesto que el material de intercambio está discretamente el quinto piso, puerta C.

La síntesis de todo lo ocurrido, lo que ocurre y lo que va a ocurrir en torno a la vivienda y las familias sin expectativa de puente, es de una gravedad que no puede abastase. No es simplemente explotación, no es solo abandono de responsabilidades públicas, no es únicamente avaricia suprema, no es lo ignominia legislativa, no es ceguera social. Es un nuevo estado del bienestar del 1%.

Lo demás, los demás no importan a menos que no hayan nacido todavía.


Lluís Casas y diez mil más


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