Duran i Lleida ha sacado de su arcón ropavejero un constructo que frecuentaban algunos de sus colegas de otros pagos: “la sociedad del bienestar” (welfare society) en los años ochenta y noventa. Es, por así decirlo, un intento recurrente de substituir el papel de los sistemas públicos de protección social que, financiados por el común de los mortales, administra el Estado con desigual fortuna. Ahora bien, ni ahora ni en tiempos pasados se ha concretado –lo que se dice concretado-- qué diablos significa la “sociedad del bienestar”, aunque es bien sabido qué debemos entender por sectores sociales (altamente) bienestantes. En todo caso, todo indica que dicha inconcreción se hace adrede: nunca conviene espantar a la gente y, menos todavía, en tiempos electorales. Duran, desde estribor, hace lo que otros han predicado desde babor, vale decir: negar los elementos centrales que distinguían la praxis de sus edificios teórico-políticos. Más concretamente: eliminar la, mayor o menor, componente social de sus predicados fundantes adobando la relegitimación del neolibralismo dominante que considera la política y la democracia como obstáculos al desarrollo. De ahí el intento de restringir el espacio de las decisiones colectivas, la redistribución y los servicios públicos en el momento mismo en que éstos se hacen más necesarios. Hablando en plata: Duran, metafóricamente hablando, asesina a Alcide De Gasperi no queriendo ser menos que los de la acera de enfrente: los que enviaron a paseo a sus propios degásperis. Es el contagio, asumido a cosica hecha, por la lepra neoliberal. Lo contrario de “Constituir esta solidaridad de la razón y del sentimiento, de la fraternidad y de la justicia, e insuflar a la unidad europea el espíritu heroico de la libertad y del sacrificio que han sido siempre el de la decisión en los grandes momentos de la historia", que dijo en su día el propio De Gasperi.
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